miércoles, 25 de abril de 2012

Aroma de mendigos , momento de heroes

Hay pocas cosas en la vida que te llenan el alma, que
pueden ocupar ese espacio en tu corazón que solo
ellas, y nada más que ellas pueden transportarte a
otra realidad. Dichas sensaciones no pueden ser
descriptas con palabras, aunque como siempre, está
en mi ingenio el tratar de describirlas.
Como por ejemplo, llegar con tu bolso al
hombro una mañana de invierno, debajo de la luz del
sol, alejándote de la estación del tren. Patear las gotas
del rocío mientras enfilás para los vestuarios. El calor
propio de ese lugar que tantas alegrías y tantas
tristezas vivió. El olor a mate, el tango sonando de
fondo mientras el utilero te sonríe a través de esos
hilos de plata que han vivido generaciones ahí
adentro. La textura del cuero frio que pide a gritos
acariciar a la pecosa. El frio que no tiene piedad
alguna sobre el cuerpo desnudo uniformándose. La
estufa allá lejos de todos y tan cerca de los perros del
barrio. El olor a desinflamante, el rito eterno de
enroscar las vendas. Son solo algunas de las miles y
miles de experiencias que uno vive en la preparación
previa.
Cuando llega el momento, la semana ha
hablado, los entrenamientos dejaron de ser y solo
queda la decisión y la incertidumbre. Desde lo más
recóndito de aquel banco de madera. Solo, aislado en
tu cabeza, en tu ansiedad, en tratar de recordar cada
una de las palabras del técnico, el murmullo no
alcanza a penetrar tu coraza. Es el momento, la voz de
mando pide reunión de grupo. El pasillo se hace
eterno y los segundos parecen crecer a pasos
agigantados. El Director Técnico alza la voz y
comienza a enunciar apellidos. Las camisetas vuelan
libres por los aires hasta llegar a su protector, aquel
que dejará alma y vida para defenderla. Hasta ese
momento donde el alarido del fondo retumba en tu
cerebro y la sonrisa nace desde tu interior, hoy es tu
turno de demostrar el por qué de aquellos colores en
tus manos. El pizarrón es sólo un espejo de lo que en
noventa minutos será tu misión designada o no serás
nada.
Aquella noche en la que el sueño se alejaba y
los pensamientos se adueñaban de tu ser pasan a ser
solo un recuerdo y la vestidura para la batalla está en
tus manos. Aquel que está tan lejos, pero a la vez tan
cerca que tiene el brazalete en su brazo. Ese que
tantas veces lo viste pasar y nunca se detuvo en vos
hoy te llama. No sólo a vos, a todos. El grito de guerra
se adueña del lugar y los ojos se concentran en un
solo punto. Ella desde abajo los observa expectante,
ella que será la protagonista no quiere interrumpir el
instante en que todos son uno y apuntan hacia el
mismo lado. Desde muy lejos se escucha el golpeteo
de un bombo, miles de voces que se hacen eco.
Encaminados por el dueño del brazalete,
todos encaran por aquella manga. Esa que siempre
estuvo desde lejos, esa que siempre viste desde
afuera. El bombo parece marcar el ritmo de tu
corazón, escuchás un grito desde la boca de la manga
pero es confuso; es solo más ruido ante el rugir de
miles de gargantas que sólo quieren unirse en un solo
canto. Ese canto que vos esperás darles, y quedar en
su memoria. Es el momento de recrear aquello que
con tanto anhelo te robaba las horas, es el momento
de salir ahí afuera y jugar a ser un héroe.



Nahuel Alejandro Saladino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario